Una loba aprendiendo a caminar de nuevo.

Por Liliana Hernández Santibañez (Liliana Hesant)

Hace unos meses sentí que mi respiración se detuvo de lo enojada que estuve. No me había sucedido algo así. Fue una situación desgastante y al mismo tiempo aterradora, fue un momento donde solo pensaba en dos caminos: o me enojaba como correspondía o trataba de resolver lo que se tenía que hacer con la mejor actitud priorizando el bienestar de todas las personas que cohabitaban en el mismo espacio.

Elegí lo segundo, pero me enojé muchísimo conmigo misma. Nuevamente evadí mi rabia en un afán de cuidar la energía colectiva.

Harta de minimizar, invalidar, eclipsar mi enojo. Necesito confrontarlo y aprender a gestionarlo.

Siempre me he (pre)ocupado mucho por los cuidados con las personas con las que colaboro. Procuro escucharles un montón, comprenderles, escuchar su cuerpo, su respiración, leer gestos, hablar sobre el complicado tema del dinero, afinar mi intuición para que pueda inclusive adivinar sensaciones y propiciar yo misma la conversación cuando lo siento necesario, porque me parece una total flojera sentir que hay algo extraño y no preguntar…

 Creo que debo ser más selectiva con eso. Que cada quien se haga cargo sería una buena forma de practicar nuestra responsabilidad afectiva.

Me titulé de la licenciatura con una tesis llamada “Poética teatral. Hacia una poiesis personal”. Además de hacer un repaso histórico sobre ese concepto, el verdadero interés era preguntarme sobre mi principiología: sobre mi ética al momento de crear y/o colaborar en proyectos.

Lo tenía muy claro. Lo tuve muy claro.

  • Ir hacia adentro, ir hacia lo profundo. No concentres tu energía en abarcar, más bien que te importe qué tan profundas están las raíces.
  • Acepta el halago, sé que es complicado porque no estás acostumbrada, pero haz el intento, por lo menos confía en que esa persona está siendo sincera.
  • Sé compasiva contigo, has pasado por muchas cosas.
  • Respira las veces que sea necesario. Haz las pausas que necesites para que esa respiración sea profunda y sientas lo viva que estás.
  • Abraza la quietud, contempla cómo va germinando la idea y siente qué tanta agua necesita. No te ahogues.
  • Cultiva el asombro, no dejes que tanto trabajo impida darte esos espacios de mirar distinto.
  • Acumula paisajes. El escenario va más allá del edificio teatral.
  • Recupera pasiones suspendidas, esas que te nutren, porque es importante que tengas también otros amores.
  • Celebra tus logros cotidianos. No hay logro menor, menos, es más. Lo pequeño es igual de hermoso.
  • Sé leal a ti misma, sé siempre tu.
  • Habita tus espacios, deja huella.
  • Reflexiona constantemente sobre los vínculos que generas.

Lo tenía muy claro. Lo tuve muy claro.

Hace un tiempo tuve unos dolores horribles en el estómago, invertí mucho dinero en citas con gastroenterólogos. Hubo un día que sentí que no me podía mover del dolor, jamás había pedido encarecidamente que me llevaran al doctor, no me había sentido así y no quiero volver a pasar por ahí.

Lo tenía muy claro. Lo tuve muy claro.

Todavía no logro identificar en qué momento comencé a desvincularme o sentirme lejana a esos principios que con tanto empeño busqué y ejercía constantemente.

Quizá tuvo que ver aquella plática donde no pude decir todo lo que sentía por temor a que mi voz se quebrara y llorar en público.

O cuando tenía muchas ganas de accionar de determinada manera, pero no hice nada por no perder aquel contacto y solamente mi estómago lo resintió y hasta la fecha me sigue perturbando esa decisión.

Quizá tuvo que ver aquel reclamo en público subido de tono, convirtiéndose en una humillación donde nadie hizo ni dijo nada, inclusive después del hecho. ¿Toda la gente que estuvo ahí presente pensó o sintió que yo merecía o que alguien merecía ser tratado de determinada manera?

O quizá fueron esos comentarios clasistas y sexistas que escuchaba en clase.

O quizá esos momentos donde pensaba que no quería estar en ese espacio, pero, aun así, seguí ahí porque pensaba que esas eran las formas para entrar a ciertos circuitos que yo anhelaba formar parte.

Quizá aquellos comentarios vergonzosos sobre lo innecesario de la perspectiva feminista en las formas de trabajar.

O las charlas con mis compañer_s y cómo tuve la audacia de hablar por tod_s para que luego tod_s no dijeran algo y yo quedara como… “la que se atrevió a hablar, pero no debió”

O quizá esos momentos donde nos quejábamos en el salón de clases de cierta situación y cuando había que mencionar algo había un silencio incómodo hasta que alguien yo irrumpía, y pienso que por eso caí de la gracia de ciertas personas.

O quizá recordar cómo se comenzaron proyectos en un afán de crear horizontalidad y solamente sentir que cada vez se cargaba la mano a una sola persona, y en varios momentos, esa persona era yo.

O quizá otras más que en algún momento tendré el valor de reconocer para encontrar la justa palabra para su enunciación.

Aprende a respirar, a respirar profundo, a sentirte viva las veces que lo necesites, me dije a mí misma más veces de las que hubiera pensado cada que recordaba esos momentos. Tengo una deuda histórica en mi vida personal y yo también merezco ser justa conmigo.

No debo acelerar procesos, eso lo tengo muy claro, solamente que, en este momento, me siento muy enojada y tengo un deseo enorme de reivindicar y abrazar mi enojo, mi rabia, que muy pocas veces dejo ser, porque tengo miedo, tengo mucho miedo cuando me enojo, me he entrenado para invalidarlo y sacarlo rápido de mi sistema, pero es una total mentira… ¿Por qué me sigo engañando de esta manera?

Me perdono por no haber tenido las herramientas suficientes para poner límites, en principio a mí misma.

Me perdono por no irme cuando sentí el aviso de mi estómago.

Me perdono por no haber tenido la confianza para compartir mis sentires, mis pensamientos, sin temor a que se me quiebre la voz y empezar a llorar.

Me perdono por soportar muchas violencias.

Me abrazo, me abrazo fuerte y respiro, respiro las veces que sea necesario para sentirme viva, muy viva.

Lo tengo muy claro.

Pensar en cómo afecta la exigencia de la producción.

Dejar que germine la semilla y apreciar su evolución.

Cómo llego siempre será lo más importante, me repito constantemente de unos meses para acá. Es complicado no estresarse, no desvelarse, no sentir que falta tiempo, pareciera que siempre falta, falta, falta algo, vivir en una falta constante me tiene muy cansada, y lo peor de todo, es que siento que será una sensación recurrente, a menos que sea tajante y me reinicie toda.

Estoy muy cansada. Estoy cansada de justificar a la gente. Estoy harta de que esa sea la estrategia para calmar mi ansiedad.

Borrar lo que pasó no se puede. Mirarlo de otra manera, sí.

Me aferro a la vida.

Lo tengo muy claro.

Este año han sido de cambios contundentes. Hace mes y medio que he sentido que por fin aterricé de un largo viaje de dudas e inseguridades constantes.

Lo tengo muy claro.

Cansada de las versiones que han hecho y dicho de mí.

Confiar en mi iniciativa.

Preguntar antes de opinar, es un hermoso gesto.

No porque seas un culer_ yo también debo tratarte así y eso no me hace inferior, ni tienes el derecho a decir que soy una pendeja.

Es muy claro.

¿Cómo te sientes?

¿cómo se siente tu corazón?

¿cómo están tus pies?

¿Cómo está tu estómago?

¿Lo estás disfrutando?

Preguntas para evaluar procesos. Detenerse y preguntarse, pero sobre todo contestarse con honestidad, aunque duela. Otro de mis recordatorios.

Lo tengo muy claro.

Siempre deseo que el camino andado sea lo más importante. Ya estoy harta de justificar a la gente.

Elijo tener presente mis principios para relacionarme con el mundo.

Los cuidados colectivos son necesarios.

He aprendido a socializar cuando tengo un malestar.

Soy más selectiva para socializarlo.

Primero preguntar qué sientes y cómo te sientes antes del qué vas a hacer.

Nos queda poco tiempo para colectivizar. Por eso nació Corriendo con Lobas. Me interesa el encuentro.

Merezco estar en espacio sanos.

Aún no le encuentro la forma a la horizontalidad, pero no me doy por vencida.

Lloro con mi rabia, lloro.

Estoy en duelo.

Muero de a poco.

Me aferro a la vida.

Me aplaudo y agradezco seguir aquí.

Lo tengo muy claro.

Hoy respiro y me siento más en calma.

Hoy respiro y ya no tengo tanto miedo.

Hoy pongo en el centro las cosas que me dan tranquilidad.

Hoy, con ahorros en el banco y bastantes sacrificios, me siento más mía.

Lo tengo muy claro.

Confío en que esta loba está aprendiendo a caminar de nuevo, para luego, correr con otras más.

Cerrar los ojos; estoy a salvo, estaremos a salvo.

Todo es muy claro. Ya no te engañes más.

Otro de mis tantos recordatorios.